Si se hiciera una encuesta sobre las escenas más famosas en la historia del cine, puede que el momento en que Vivian Ward canta en la bañera y Richard Gere le dice que está más guapa de pelirroja, fuera una de las que quedara mejor situadas.
Y es que todos hemos querido que nos hagan la pelota como a ella en aquellas fantásticas tiendas. Todos -sin excepción- hemos tarareado “pretty woman” mientras caminamos por la calle con más de tres bolsas de ropa y complementos. Todos hemos querido entrar a un lugar del que nos echaron de malas maneras para decir “la jodisteis pero bien conmigo” y por supuesto, todos hemos querido que nuestro príncipe azul llegue en un caballo blanco -o limusina del mismo color- y nos rescate de la torre del castillo en el que estamos encerrados -o de nuestro ático en Brooklyn-.
Pero aunque he llorado litros de lágrimas con esta maravillosa película, durante los últimos meses le he estado dando vueltas a una idea que no me quito de la cabeza. ¿Por qué no hay una secuela de esta película? Sencillo: esa relación tiene menos futuro que Mario Vaquerizo participando en cifras y letras.
Hacedme caso y dejad vuestra mente en blanco. Olvidando la atracción sexual inicial, preguntaos qué tienen en común un exitoso hombre de negocios y una prostituta sin estudios. Si nadie ha hecho trampas, la respuesta es nada. Y eso nos lleva a lo inevitable: que en un periodo no mayor a seis meses, ella tendrá problemas de identidad al no encontrar su sitio en el mundo de su nuevo amor. Y él, por su parte, estará encantado con la presa cazada durante los primeros dos meses pero, una vez se acaben las posturas imposibles y las fantasías sexuales queden satisfechas, el buen hombre comenzará a invertir mucho más tiempo del necesario en su trabajo, obligando a su recién estrenada compañera a pasar más tiempo del necesario en el club de campo, en el de golf y en meriendas organizadas por la alta sociedad americana.
Conclusión, que la cabra tira al monte y yo opino que es cuestión de tiempo que Vivian se dedique de nuevo a la prostitución. Eso sí, esta vez subirá su caché y ya no se paseará por las calles evitando chulos y peleándose con las compañeras de profesión; se convertirá en una auténtica cortesana de lujo.
Así que la próxima vez que soñéis con una historia de cuento de hadas como la aquí descrita, pensad en que hay que tener cuidado con lo que se desea. Yo propongo dejar de intentar historias con gente que no está a nuestro mismo nivel y comenzar a soñar con hombres de carne y hueso, de esos que tienen problemas para llegar a fin de mes pero que consiguen cosas mucho más banales, como hacernos reír. Lastima que abunden poco...
Siempre vuestro,
Baron Von Bruise
Cuánta razón señor Barón! Ese Richard Gere en la escalera con ópera de fondo!!! No se puede ser más destructivo!
ResponderEliminarMiss Souvenir