Y heme aquí. Aburrido y buscando marido por internet. Aunque cuando uno lleva un rato mirando perfiles ya se olvida de si busca amor, amistad o sexo (y aquí es cuando llega la parte del vicio).
Que nadie se asuste, que no he hecho nada deshonesto (aunque tampoco pasaría nada, uno ya es mayor de edad). Lo que me ha hartado (y esto prometo tratarlo en una entrada más adelante) es la falta de naturalidad, de expresividad y de educación... Pero incluso a pesar de eso, he insistido en continuar buscando...
¿Y por qué? Pues yo pensaba que por aburrimiento, por pasar el rato, por morbo o por vicio. Pero no, he resultado estar equivocado. Lo divertido (o frustrante según se mire) ha sido ser consciente en un momento de la tarde de que en el fondo, lo que estoy haciendo es buscar a mi príncipe azul.
Sí, así es. Lo reconozco. Soy así de cutre, de chapado a la antigua y de influenciado por el puto Disney (a quien ya le dediqué una entrada).
¿Qué cómo me he dado cuenta? Pues sencillo. Hoy, en una conversación entre amigos alguien dijo:
-En realidad... ¿Quién necesita de príncipes en esta vida?
Silencio.
Y yo no quería. Os prometo que yo no quería, pero tengo el infortunio de ser un libro abierto y expresar mis sentimientos a través de mi cara aun mordiéndome la lengua hasta hacerme sangre. Y claro, los amigos se dan cuenta de estas cosas. Y el más avispado y bocazas de todos va y dice:
-Él, sin duda -y me señala a mí-. Sólo hay que verle la cara.
Y lo le falta razón. Lo peor es eso, que no le falta razón...
¡Qué rabia! Que rabia da tener ganas de algo que no llega. Que rabia tener ganas de algo que no llegara, porque nos lo han idealizado y en realidad no existe.
Siempre vuestro,
Baron Von Bruise
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