Ha llegado el momento de hacer caminito a Las Vegas,
donde abandonaré la soledad franciscana ya que recogeré a una compañera de
trabajo. Como no podía ser de otro modo, no podíamos comportarnos de manera
normal…
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En la tierra de las mechas californianas, he vuelto a tener otro momento
rubio. Nada más llegar al aeropuerto SFO me he guiado por el billete
electrónico y he ido en tren a la terminal 1 donde me he llevado la sorpresa de
que mi vuelo está concertado con otra compañía con sede en la terminal 3 con lo
cual, vuelta al ruedo y de regreso al tren, arrastrando mi maleta estampado
vaca que debe rondar ya los 18 kg (por favor, sed buenas personas y no me
pidáis la conversión a libras).
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Logro recuperar la dignidad en el check-in ya que soy la única de la enorme
cola que no he tenido problemas con las maquinitas y además el del control ha
tenido la amabilidad de cargarme la maleta ya que al ver mi pasaporte ha visto
que no sólo soy spanish like Pe, sino
like his mother who is basque, lo
cual ha derivado en un speech sobre la cocina vasca en general.
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Mientras espero mi turno para el embarque, observo que hasta los policías
del control son chulazos y empiezo a tener serias dudas de si es buena idea
abandonar esta ciudad…
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Llega la hora de comer y de repente tengo antojo de algo verde y recorro
todos los bares de la terminal en busca de algo vegetal y lo más verde que
encuentro es una ensalada César que como todo el mundo sabe está tan llena de
salsa ídem que no deja ver el tono Pantone de la lechuga. Como no tengo más
opciones, acepto barco.
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Vuelo SF-Las Vegas. Descripción del pasaje: Chinatown con fiambreras +
vaqueros con mazos de barajas de póker. Durante el despegue, un miembro de
Chinatown intenta merendar unos noodles lo cual provoca la aparición de una
azafata doble de Mª Teresa Campos que le arrebata la fiambrera al grito de “Sit
dooooownnnn!” y le hace una llave a lo Chuck Norris sentándole en su asiento a
la par que le pone el cinturón. Me declaro fan.
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Logramos encontrarnos en la inmensidad del aeropuerto McCarran, repleto de
máquinas tragaperras y vamos hasta el hotel Luxor, donde nos alojamos. Es una
réplica exacta de una pirámide, con un enorme faro, una esfinge y moquetas con
motivos egipcios. Absolutamente todo sigue un Egypt-style. Hasta los armarios
de la habitación tienen dibujos de jeroglíficos. Esto es estilismo temático y
lo demás, sucedáneos. Comprobamos que aquí los hoteles son pequeñas ciudades
con sus Starbucks propios, sus casinos, sus espectáculos, sus tiendas, sus
souvenirs, sus buffets libres y todo lo que puedas imaginar.
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Intentamos recibir consejo en la oficina de turismo del hotel pero
empezamos a tener la teoría de que en los States las facultades de Turismo no
son muy finas, ya que fuera de los servicios que te ofrece el hotel no saben (o
no quieren) decirte nada. Esto, en Benidorm no pasa.
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Ante la ineptitud asesora de los del hotel, decidimos confiar nuestro
destino a la guía de ocio de Las Vegas que encontré en el aeropuerto que al
menos se muestra más colaboradora y te da tus cupones de descuento para
espectáculos y excursiones al Cañón (sé que al Barón le va a gustar esto porque
es tan fan de los coupons como yo,
los seguidores de la serie Two Broke Girls nos entenderán a la perfección), tu
índice de espectáculos por días, tu publicidad de garitos, tus críticas
gastronómicas y todas esas cosas que toda alma ociosa sabe apreciar. Y es que
en el mojito ya sabéis que somos muy de recogimiento espiritual y de no salir.
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Abrumadas ante tamaña oferta, decidimos ir a nuestros aposentos egipcios para
mañana recobrar la ciudad con ganas, no sin antes hacer unos mojitos.
Mojiteros viajeros - BSO Las Vegas
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