domingo, 3 de marzo de 2013

Cuánto daño nos hicieron... las telarañas

Querid@ mojiter@s,

Hoy tengo que hablar de un tema que, si bien no me afecta directamente (Dior me libre), he visto proliferar en los último meses.

Las telarañas pueden ser creadas por un arácnido malvado que no tiene mejor manera de tenernos a su lado que utilizando pegamento y envolviéndonos con sus redes... Pero no, este puede ser tema de "Señoras...: los arácnidos", un "Top ten de sentido arácnido" y un "Cuánto daño nos hicieron las redes". 
No obstante, las telarañas a las que me refiero, queridos amiga@s son las que aparecen tras la falta de sexo más o menos regular. Podría haber hablado de la reconstrucción natural de cierta membrana que las gitanas comprueban mediante la prueba del pañuelo, pero además de ser un tanto burdo, tampoco refleja al 100% de los mojiteros, todo sea dicho.

En fin, que las telarañas son una cosa muy mala, de eso estoy más que convencido. Básicamente porque se acompañan de una mala leche y cierta pose Rottenmeier que hace que no nos aguantemos ni a nosotros mismos...  Es decir, la telarañidad se retroalimenta, porque nos impide alcanzar objetivos potenciales para hacerlas desaparecer. 

Lo peor de las telarañas claro está, es que como se hacen a sí mismas, día tras día, semana tras semana, los cambios aparecen de un modo tan lento y sosegado que apenas nos damos cuenta de que nos hemos convertido en un@s mal@s follad@s de campeonato y lo que nos viene haciendo falta es un buen polvo de tanto en cuanto (o la utilización de un juguete apropiado con o sin motor incorporado).

Querid@ mojiter@, no te frustres si descubres tener telarañas tras leer esta entrada, pasa en las mejores familias. Lo importante es aceptarlo y saber actuar con naturalidad. ¿Por qué? Porque las telañaras se pueden acompañar de desesperación... y claro, al final terminas alquilando un gigoló por horas, dejándote llevar por la tensión sexual evidente que existe con ese compañero de trabajo... y todos sabemos que de esas cosas, siempre terminamos arrepintiéndonos. 

Huyamos, por tanto, de la telarañidad. Yo digo NO a la prueba del pañuelo.




Siempre vuestro,

Barón Von Bruise

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