Un buen día te levantas por la mañana y te das cuenta de que quizás si amplias tu círculo de actividades, también podrás ampliar el círculo de amistades y per ende, de nuevos candidatos a pareja estable/semiestable.
Y entonces se te ocurre, así como por arte de magia, que siempre te ha llamado la atención la escalada y que, de hecho, no te importaría liarte con un esbelto y apolíneo escalador, que siempre te han puesto mucho y tienen pinta de ser muy elásticos y hacer cosas espectaculares dentro y fuera de la cama.
Ni corta ni perezosa, te lanzas de cabeza a un grupo de iniciación a la escalada, te compras el modelito de rigor y ale, a darlo todo agarrándote a las piedras como si te fuera la vida en ello.
Escalar se convierte en tu actividad de fin de semana, conoces a gente super maja, te sientes bastante integrada y, como nuevo miembro del club recibes grandes consejos de tus compañeras de aventura: ¡Horror! Si te pones bragas normales se te marca todo a través de los pantalones y como la escalada consiste en que todo el mundo te mire desde abajo para valorar cómo estás haciendo la subida, no es cuestión de que se fijen más en cómo se te marca la ropa interior que en tu técnica depurada.
Así que rauda y veloz te diriges al primer centro comercial que pillas y te compras toda una serie de tangas (de colores llamativos por lo que pueda pasar), y aunque en la siguiente escapada tienes la sensación de que esa bonita prenda ha pasado a ser parte de ti de lo ajustada que vas, te sientes sexy y encantada contigo misma por tu descubrimiento y porque, justamente ese día, conoces a un escalador la mar de mono y simpático. Eso sí, nada de cuerpo apolíneo ni de juventud, que los otros ya están pillados por otro tipo de mujeres: unas más lagartonas y más elásticas que tú.
Pero tú te lanzas a la piscina, porque por tu chico mono vas a ser capaz de llevar tanga de por vida (porque el maromo en cuestión te lo quita como nadie y a fin de cuentas, has terminado haciendo callo y ya no te resulta tan molesto llevarlo).
Escalar se convierte en tu actividad de fin de semana, conoces a gente super maja, te sientes bastante integrada y, como nuevo miembro del club recibes grandes consejos de tus compañeras de aventura: ¡Horror! Si te pones bragas normales se te marca todo a través de los pantalones y como la escalada consiste en que todo el mundo te mire desde abajo para valorar cómo estás haciendo la subida, no es cuestión de que se fijen más en cómo se te marca la ropa interior que en tu técnica depurada.
Así que rauda y veloz te diriges al primer centro comercial que pillas y te compras toda una serie de tangas (de colores llamativos por lo que pueda pasar), y aunque en la siguiente escapada tienes la sensación de que esa bonita prenda ha pasado a ser parte de ti de lo ajustada que vas, te sientes sexy y encantada contigo misma por tu descubrimiento y porque, justamente ese día, conoces a un escalador la mar de mono y simpático. Eso sí, nada de cuerpo apolíneo ni de juventud, que los otros ya están pillados por otro tipo de mujeres: unas más lagartonas y más elásticas que tú.
Pero tú te lanzas a la piscina, porque por tu chico mono vas a ser capaz de llevar tanga de por vida (porque el maromo en cuestión te lo quita como nadie y a fin de cuentas, has terminado haciendo callo y ya no te resulta tan molesto llevarlo).
Pero nada, al final te deja y tú te quedas compuesta, sin novio y sin sensibilidad en lo que viene siendo la zona perineal. De todos modos, estás fantástica porque te has cortado el pelo, te has comprado ropa, te has bebido un mojito del despecho y estás como SIEMPRE, ideal de la muerte.
Con cariño, siempre vuestro,
Barón Von Bruise
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