Seguro que todo el mundo ha experimentado esa sensación de nervios en el estómago... antes de un examen importante, por ejemplo. Yo creo que esa situación es tan universal que hasta Belén Esteban podría entenderla (digo yo que esa chica tuvo una infancia en la que tuvo que hacer algún control, aunque fuera en quinto de EGB). Pero a lo que iba, que esa sensación de molestia estomacal y picor de manos, y lo sabemos bien, no es ni mucho la misma a la que dedico esta entrada: esas mariposas que se nos colocan en la boca del estómago cuando conocemos a alguien especial.
La pena, dirán muchos y muchas, es que sólo duren un par de semanas -a lo sumo tres-, desde que nos damos el primer beso con nuestro recién estrenado príncipe azul. Pero aunque sea un corto periodo de tiempo, nadie nos quita la felicidad que nos otorgan esos pequeños animales alados... Esa sensación de nervios que no nos dejan dormir más de cinco horas, pero que nos tiene sin cuidado; que nos mantiene activos todo el día a pesar de la falta de sueño; que hace que nos alimentemos del aire mientras el resto de mortales siguen comiendo proteínas, grasas e hidratos.
Pero no, alguien sometido al mariposeo -y que nadie piense en la doble acepción de esta palabra en este momento-, sólo necesita de un par de bocanadas de aire y un café para pasar la mañana como si tal cosa. Además, lucirá su mejor sonrisa y tendrá ese guapo subido y ese brillo en las mejillas de quien tiene sexo regular y frecuente. Así que entre que comes poco y haces mucho ejercicio, crees estar en la cresta de la ola.
Pero vamos, que todo lo bueno se acaba. O lo malo, según se mire... Porque si bien las mariposas nos gustan (y mucho), también ayudan a que el amor sea ciego y no nos percatemos de esos grandes defectos que habíamos prometido no pasaríamos por alto nunca más. Y esto es verídico, porque yo estuve casi un mes con alguien a quien le apestaba el aliento por culpa de las dichosas maripositas. Y claro, cuando se acaban y te das cuenta de lo que ocurre, la sensación es peor que cuando se encienden las luces en la discoteca y te fijas con un poco más de detalle con quien te has estado comiendo la boca toda la noche.
Por si fuera poco, la inanición de las últimas semanas pasa factura. Por un lado se te queda la cara chupada, y como ya no hay tanto sexo y no te brillan las mejillas, presentas un aspecto bastante desmejorado. Y... de repente, el hambre vuelve y te comes todo lo que pillas y si puedes, repites. Y lo haces para compensar las últimas semanas, o porque tú lo vales... Pero claro... te pasas y el resultado es volver en menos de una semana a la situación de partida.
Así que queridos mojiteros, disfruten de sus mariposas, pero recuerden sus efectos secundarios y mantengan siempre un piececico colocado en el suelo (y a buen recaudo), no sea que las mariposas les hagan volar tanto y tan alto que les hagan perder la perspectiva. Es un consejico de alguien que tiene mariposas en este momento...
Siempre vuestro,
Barón Von Bruise
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