Sí señoras. Sí, sí...
Los peperos nos hicieron daño (y no lo digo por los supuestos sobres de Barcenas, los recortes indiscriminados y por supuesto, la trama Gurtel -que también-), sino que me refiero a esa gente que nos vende falsa moralidad vestida de Lacoste, Tommy Hilfiger y mocasines.
Los peperos no han salido del armario, eso no es ninguna novedad. Tampoco lo harán en un futuro (ni a corto ni a largo plazo), eso está claro. Pero como buenos oradores que son (que papá pagó la facultad y el colegio de curas), nos venden humo y nos despistan, que aunque se les ve venir de lejos... pues tampoco somos de piedra y terminamos por creernos que las cosas pueden cambiar (anda mira, como los votantes de Rajoy).
Concretando. Varón, alrededor de treinta, bien parecido aunque se esté quedando un poco calvo. Carrera universitaria. Maricón perdido pero dentro del armario escondido de una moral cristiana que le lleva a misa cada domingo, a creer en la familia tradicional y sobre todo, a aparentar, no vaya a ser que las amigas de mamá se enteren de que es un palomo cojo y la pobre tenga que dar más explicaciones de las debidas en la peluquería o, lo que podría ser un cataclismo mundial: ¡Qué la buena mujer quedara tan abochornada que ya no pudiera participar en el mercadillo solidario anual! Y... ¿Qué haría ella sin ese pequeño aliciente que le proporciona dar sin recibir nada a cambio?
Pero claro, el pobre pepero también busca el amor. Lo malo es que lo busca en rincones tan oscuros y en escondites tan bien ideados, que tus amigos se piensan que te has inventado un novio, que éste es un fantasma o, mucho mejor, el zombie de la canción de Alaska (nunca más lejos de la realidad, porque por dentro el buen muchacho está podrido).
De todos modos, como el amor es ciego, la razón se nos nubla o simplemente, somos gilipollas profundos y le damos una oportunidad a todo el mundo (no vaya a ser que el horóscopo tenga razón y esta vez si que tú, querido amigo Libra, vas a encontrar hoy el amor verdadero)... Pues ea, nos enchochamos del buen pepero gracias a "lo bien que nos trata"... O más bien gracias a "lo bien que nos maltrata", porque como bien es sabido: quien bien te quiere te hará sufrir. Y como éste nos hace sufrir mucho, pues nosotros damos por hecho que debe de ser gracias a que nos quiere con locura desenfrenada. Si es que quien no se consuela es porque no quiere.
Y nada. Tú te desvives. Montas citas a escondidas en hoteles apartados, buscas las esquinas más oscuras y recónditas del barrio, te escapas un fin de semana a un hostal perdido de la meseta castellana... ¿Y TODO ESTO PARA QUÉ? ¿PARA QUÉ? Pues para que, como no podía ser de otra forma, el pepero se aparezca un día ante ti (como si de la Virgen de Fátima se tratara), para decirte que no eres tú, soy yo; que estamos en momentos diferentes; que no quiero hacerte sufrir; que en realidad lo que pasa es que soy un cagado, un cobarde, un gallina capitán de las sardinas, un miedoso, un medroso, un tímido, un temeroso (de Dios), un cagueta pusilánime y atemorizado, un apocado acoquinado, achantado y amilanado estúpido y maloliente cagón de mierda que no es capaz de darse cuenta de que lo que en realidad le pasa es que NO TE MERECE, NO TE MERECE Y NO TE MERECE.
Así que queridos mojiteros. A los peperos, ajo y agua (y como mucho alguno de los adjetivos del párrafo anterior). O, en todo caso, una recomendación muy sencilla que leí hace unos años en un cartel que invitaba a la manifestación del día del orgullo gay: MIRATE AL ESPEJO POR LA MAÑANA Y ACEPTALO: ERES UNA MARICA PETARDA. SERÁS MUCHO MÁS FELIZ.
Desarmariadamente vuestro,
Baron Von Bruise
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